jueves, 15 de octubre de 2009

Un juego absurdo



De Gastón Rothschild

lunes, 12 de octubre de 2009

TardeTardeTarde

Sé que sólo pretendés ser inolvidable para mí, formar parte de cada movimiento de mi vida, poseer todos los derechos que algún día tuviste cuando formabas parte de ella, pertenecer in eternum a mi mundo, seguir reclamándome aquello que te faltó y por lo cual me dejaste haciéndome sentir en deuda con vos. Sé que no hay futuro posible para nosotros, sólo en nuestro imaginario por segundos fugaces, pero no en nuestros sueños. Que todo terminó, que el tiempo sigue corriendo velozmente y refuerza la agonía y que la distancia reconfirma lo que no queremos y nos cuesta a ambos reconocer. Pretendés de alguna forma establecer una manera de retenerme y permanecer cerca para que yo no pueda mirar el horizonte que me espera. Reaparecés como un rayo y me partís en el medio, hablándome de esos restos míos que quedaron impresos en tu corazón sin poder borrarlos definitivamente, restos que quedaron en tu memoria y no puedes darle salida. O quizás es un engaño más de tipo inconciente que pretendes trazarte pensando que de esta manera es menos doloroso.
Pretendés también que te dé respuestas, que te ayude a encontrar una alternativa, una manera de sobrevivir, aquellas respuestas que vos no tenés ni las has tenido nunca, y aunque mi respuesta es "ya es tarde", pretendés hacer caso omiso a mi evasiva y seducirme con tu encanto. De pronto aparecen otros personajes en nuestra vida que intentan ofrecernos una salida posible, una promesa de amor, una fantasía nueva, el deseo de poder encontrar la felicidad, y nos tienden la mano para que no volvamos a caer en la tentación que nos despierta el encanto de creer que es fácil volver al pasado, y no nos damos cuenta cómo, a modo de traición, nos engañamos, nos mentimos descaradamente. Pretendés hacer de cuenta que no son estas señales que anuncian que "ya es tarde", y me confundís y te aquietás creyendo que de esta manera lográs convencerme. Miramos hacia atrás por momentos y luego volvemos a la realidad, y al presente, y nos damos cuenta de la distancia marcada que dejaron los recuerdos de ayer, recuerdos que aunque los volvamos actuales son sólo un cúmulo de recuerdos. Nos agobia la angustia que no podemos traducir en palabras y nos volvemos obsecuentes de forma obsesiva y hasta un tanto paranoicos, pendientes de la vida del otro, queriendo saberlo todo aunque es claro que no sabremos la verdad de nada, que no hay forma de descubrirla aunque creamos por un momento que es posible averiguarla y que saber la verdad nos dará cierta paz.
"Ya es tarde" para darnos la oportunidad de estar juntos y volver el tiempo atrás, para arremeter con todos e imponer nuestros sentimientos a costa de perder los afectos, para reparar y para hablarnos de amor. Tuvimos nuestro momento y no supimos reconocerlo y nos dejamos de mirar y dejamos de sentir, de reconocer las falencias, los equívocos y aquellas ráfagas de amor que nos llenaban de felicidad. No defendimos nuestro amor y eso es lo que nos llevó a una etapa final sin retorno.
"Ya es tarde" para pretender ser honestos con lo que sentimos y hacer de cuenta que podemos salvar nuestra pareja, para creer que podemos sobrellevar una historia de infelicidad y desdicha, las faltas de respeto, las amarguras, los llantos, los reclamos de gran importancia. Hubo un tiempo en que pudimos hacerlo y lo dejamos pasar, las broncas sobrepoblaron nuestro territorio afectivo y el dolor pretendió ser nuestro único vínculo posible; la necesidad de correr y retirarnos enturbiaba cualquier posibilidad de encuentro y creímos inocentemente que la distancia solucionaría todo y que pronto no pensaríamos más uno en el otro, que la compañía curaría heridas y que el recuerdo se mitigaría hasta desaparecer encubierto por nuevos recuerdos que no estuvieran empañados de sufrimiento. Sin embargo, hoy "ya es tarde", te lo aseguro, para desempañar los vidrios y mirar las cosas de otra forma, tratar de exponer verdades o imponer excusas, salvar errores y fortalecer lazos: "ya es tarde".
Quizás sea algo poco comprendido porque todavía es temprano para entender que es tarde para salvar nuestro amor, pero sin lugar a dudas cada vez se hunden más las lágrimas que han sido guardadas y se espera el olvido como última instancia. Podrás pensar en cosas que te seduzcan y podrás sentirte víctima de esta decisión, pero creeme que es la única certeza que nos llevará por el buen camino, saber que es tarde para empezar de nuevo y abrigar una nueva esperanza. No trates por favor de convencerme, no es precisamente lo mejor, solo quiero que comprendas que nadie sabe hoy mejor que yo que no hay posibilidad alguna y lo digo con tristeza pero a sabiendas de que es lo más acertado para ambos, cerrar las puertas y decirnos adiós. Sé que decir adiós suena tremendista y sin optimismo, nos liga con una pérdida absoluta, con el final de la existencia, de los sueños emprendidos, de la tibieza de las palabras que proferimos jurándonos compromiso eterno, fidelidad y amor, y nos conecta con una angustia indescriptible, con la renuncia absoluta, porque delata lo verdaderamente perdido y el fracaso concreto, pero es la única manera de poder trazar un límite y dejar que los nuevos acontecimientos vayan escribiendo una nueva historia en nuestras vidas que nos dé seguridad y prometa algo mejor para mañana.
Para qué engañarnos pensando que podremos encontrar la solución después de tantos intentos frustrados, para qué decirnos que nadie que venga será mejor, para qué perder la ilusión de que podremos encontrar en otro lado la felicidad añorada, si "ya es tarde" para construir lo que en años no hemos podido.
Una persona muy respetada por mí me dijo: "Hay vínculos que matan", de los que no nos es fácil salir. Entonces, por qué insistir en vínculos que maten cuando podemos elegir vínculos que sanen, que acompañen, que sepan descifrar los códigos del amor, que nos llenen de ilusiones que podamos concretar, que nos sumerjan en el universo inmenso del amor, vínculos que nos ayuden a crecer, que podamos sostener, vínculos que nos hagan sentir libres, que se basen en el respeto y por sobre todo que puedan ir reconstruyéndose y fortaleciendo día a día.